Peseteo

Hace unos cuantos años, no muchos, la televisión puertorriqueña pasaba cuñas que invitaban a la reflexión mostrándonos algún principio o lema inspirador. Por la forma de presentarlo, el mensaje lograba impresionar sacándonos del marasmo televisivo. En medio de cualquier programa, y sorpresivamente, aparecía la noble expresión en letras de lujo en pergamino barroco, sin sonido. Nadie hablaba o actuaba, tan solo quedas palabras fajándose con el lector. Había que mirar la pantalla en todo momento, porque si lo presentaban mientras buscabas o salías del agua, lo perdías. Mi Viejo, que no hablaba inglés (curiosa y novel condición para existir), pero tenía vergüenza, decía que los mensajes eran alimento para el alma. Las llamaban “palabras con luz” porque el brillo que producía la fricción de su sublime composición iluminaba el atribulado espíritu de un pueblo humillado al que los energúmenos del poder de oropel y billetes a granel, empujaban hacia el abismo de la perdición social.

Pasado un tiempo, y entendiendo plenamente lo que eran “Palabras con luz”, la picardía pueblerina comenzó a utilizar la expresión con sorna o ironía. Paradójicamente, cada vez que algún paisano hincaba las zancas diciendo algún dislate o imbecilidad, casi a coro se le decía que había pronunciado “palabras con luz”. En ese contexto el significado de la expresión era como antónimo de su uso televisivo original. Todavía la expresión se usa con ironía o mofa.

Como decíamos en el Rabo del Buey, en guardarraya con Tablaestilla, “pago por no escucharlo”, pero no tengo oídos selectivos, y siempre algo capta la aurícula y se cuela al tímpano. Por culpa de esos escurridizos sonidos, escuché a ese muchacho apocado, nacarado, peinado, lavado, planchado, bien vestido, pesetero de semáforo, que más bien luce a vela de procesión, que le dicen Luis y que por culpa de los enredos coloniales y muchos aderezos demagógicos, resulta que es gobernador. Gobernador que en su triste papel es como el Sancho sin poderes en la Ínsula Barataria (que disculpe Cervantes, que su personaje tenía al menos sentido de justicia). Hablaba del caso del Colegio de Abogados. Créame que me impresionó. Escucharlo decir que “si a ti te cobran de más, tú vas a exigir que te den el dinero que te cobren de más, aunque sean cinco chavos”, me le torció el brazo al recuerdo y regresaron a tropel al rostro de mi memoria las “palabras con luz” en el significado sardónico que en la tertulia de la esquina le dábamos.

En primer lugar, ese tuteo encetado en nuestra patria por el delincuente, criminal, asesino y ahora recoge galletas Romero, y seguido por el ubicuo médico muriático, loco con aspiración a que homologuemos su gaguera por inteligencia, debe desaparecer de la expresión desinhibida, más bien desfachatada, de este nuevo quincallero con pose de erudito de la colonia. Aclaro: todo este lenguaje deslenguado viene al caso por la forma en que nos tratan, y para no pagarle al psiquiatra, mejor estrujo el magín y les escribo en la misma forma en que me provocan, y que me perdonen mis nietas. De paso, y como este escrito no se lo lleva el viento porque está anclado en la escritura, es posible que los que lo lean se percaten, por carambola, de la abusiva expresión oficial. En este país casi nuestro, al que tutea fuera del familión, o sin autorización, se le dice: “más respeto, a mí no me tutee”. En nuestra cultura, usar ese tono para con el que no es su pariente o amigo íntimo, es agresivo e irrespetuoso.