Los mismos

En 1973, la Real Academia Española, según Fernando Lázaro Carreter, decía: “Conviene llamar la atención sobre el empleo abusivo que la prosa administrativa, periodística, publicitaria, forense y algunas veces la prosa técnica hacen hoy del anafórico el mismo, la misma, por considerarlo acaso forma explícita y elegante. Pero no pasa de vulgar y mediocre, y cualquiera otra solución: pronombre personal, posesivo, etc., es preferible: Fue registrado el coche y sus ocupantes (no: los ocupantes del mismo); La fecha es ilegible, pero se lee claramente su firma debajo de ella (no: debajo de la misma).

Con todas las advertencias, rótulos de no pase, pare, deténgase y llamadas a la atención que hizo la Real Academia y Fernando Lázaro Carreter en el ABC, enloquecimos con la utilización indiscriminada de los mismos, las mismas, el mismo y la misma.  A decir verdad, y para que nadie me apalee ni confronte con mis errores idiomáticos (que son muchos), era loco con los mismos.  Llegué a creer en su corrección y cachendosería.  La expresión es de uso común en los tribunales, lugar donde cada día se vive la pasión de desentendernos más y se abusa y maltrata el idioma como si fuera eterno.  La fricción que producen sus partes por su uso incorrecto, nos va a derretir y desgastar la palabra a tal grado que terminaremos haciéndonos señales. No quiero imaginarme acusaciones por movimientos del cuerpo y causas de acción por gestos y mímicas.

No bien llegaba al tribunal, sentía una ansiedad y deseos irresistibles de espetar un mismo a la primera provocación.  Apuñalé la expresión con muchos mismos mal usados.  Pasado el tiempo y miles de mismos, temeroso y aterrado del juicio del tiempo, confieso públicamente mis crímenes y actos vandálicos contra la lengua. Juro que no había mala intención. No sabía que la misma o el mismo no eran pronombres o sustitutos del posesivo.  Así lo dice Lázaro. No lo sabía porque nadie me lo dijo y si alguien lo dijo no lo entendí o lo olvidé. Creo que los que lo podían decir estaban en lo mismo, por lo que no pudieron hablarme de los mismos.

Pero como dicen los que muchas veces han fracasado o necesitan de un perdón por aquí o por allá, de aquello o de esto, “nunca es tarde”.  Desde hace unos meses, tengo el empeño de desterrar de mi vida los mismos y las mismas en plural y singular, en femenino o masculino.  Sé que los lectores estarán pensando qué rayos les importa mis mismos.  No les importa, pero tengo que sacarme este mal que me agobia y que llevo conmigo (creo que así lo decía una vieja canción). Como terapia del alma, confieso: he desarrollado una obsesión con el asunto, que no puedo leer nada si no es contando, subrayando y marcando los mismos a tal grado que no entiendo lo que leo, pero sé exactamente la cantidad de mismos utilizados en lo que leo. Por más que trato de evitarlo, mis anotaciones y glosas son cuatro rayitas verticales y una en diagonal y los apuntes marginales parecen listas de bolita, aunque a lo que se refieren es al anormal conteo.

Subrayo periódicos, revistas y todo escrito que cae en mis manos.  Hasta tengo un proyecto estadístico con el asunto. He calculado medianas, promedios, desviaciones estándar, modas, límites y otras cursilerías matemáticas de la repetición. Por ejemplo, he notado que los legisladores son locos con los mismos. En las últimas avanzadas que recibí del Servicio Legislativo, había unos 83 mismos en 92 leyes aprobadas del 15 de agosto a 9 de septiembre de 2003. Como cité anteriormente, para la Real Academia, el uso de los mismos y sus derivados es vulgar y mediocre, pero aquí no nos hemos enterado, aunque sé que después de enterarnos, negaremos a los pobres mismos y los criminalizaremos, como hacemos con todo lo que una vez usamos y luego botamos como papel amarillo de libreta de apuntes.

Pues, como les decía, a los legisladores les encantan los mismos.  Los entiendo. No tienen mucho que aportar y tienen poco que lucir y casi todos son los mismos.  Pero… (y esto lo digo en voz baja) a los jueces del Supremo, a unos más y a otros menos, les gustan también. De las decisiones del Supremo también tengo mis apuntes estadísticos. Por ejemplo, en las del año 2003, comenzaron con una opinión de seis mismos, luego siguieron con dos de diez, bajaron a una de dos, subieron a 19 y continuaron subiendo y bajando en la inmisericorde mismería, cayendo bajo su maligno y contagioso embrujo. Hay una decisión de 33 mismos y otra que tiene cuatro mismos en una sola oración.  Esa es de concurso o marca mundial. EnRicardo Nazario Acosta et al v. Estado Libre Asociado de Puerto Rico, 2003 T.S.P.R. 116, un caso de 17 mismos, se dice en una sola oración: “Independientemente de que la misma fuese efectiva el 31 de mayo o del hecho de que la misma nunca fue aceptada, la realidad sigue siendo la misma”.

Hay desaforos con muchos mismos y hasta hay uno que tan solo tiene uno.  Hay opiniones disidentes donde abundan los mismos y otras donde casi no se usan. Hay un in re con un mismo y otro con 17.  Entre ellos hay muchos con cantidades variadas.  Podemos ver opiniones disidentes que apenas usan mismos y otras que abusan de ellos. Hay casos de menores y recursos gubernativos con muy pocos mismos y otros con muchos. La pluma femenina, afortunadamente, nunca, o casi nunca, usa mismos.

Como parte del lunático estudio, puedo concluir que donde más abunda el mismo es en los casos de naturaleza penal. Aún no le he encontrado explicación, pero estoy en eso. A modo de ejemplo, enPueblo de Puerto Rico v. Aris S. Santiago Pérez, 2003 T.S.P.R. 161, se utilizaron 35 mismos para casi acabar con la garantía constitucional contra la doble exposición.  En Pueblo v. Arzuaga Rivera, 2003 T.S.P.R. 157, con tan solo diez mismos se cambió todo el entendimiento tradicional de la Regla 6 de Procedimiento Criminal.

Nadie está libre de uno u otro mismo, pero, ¡por Dios!, debemos evitarlos. Lo debemos hacer por nosotros mismos.  Al fin y al cabo, todos somos los mismos.