Acecho

Desde que en este país se nos ocurrió cambiar educación por legislación, arte por deporte, teatro por parque de pelota, plaza por marquesina enrejada, libertad por control de acceso, inteligencia por músculo, políticos por bailarines, verdad por mentira, patriotismo por servilismo, modelo por pelotero, cortesía por brutalidad, dama por femenino, caballero por masculino, inteligencia por trampa, honor por deshonra, sensibilidad por grosería, manos por pies y dinga por mandinga, no pegamos una.

Sustituyendo lo primero por lo segundo, se ha pretendido convertir a esta tierra en un país de locos, lunáticos, enajenados, chiflados y atolondrados, casi obligándonos a creer lo que nadie en el mundo en su sano juicio podría creer. Para acabar con la droga y las armas en las escuelas, se instalan rótulos de «zona libre de armas y drogas». Si el mal es el del machismo y no atreviéndose a colocar rótulos de «zona libre de machos», hacen lo mismo, pero con legislación, no con educación. Aquí con leyes y publicidad se resuelve todo. Es por eso que desde 1988 tenemos la ley sobre hostigamiento sexual; la muy querida ley de violencia doméstica y para completar, la nueva ley de acecho. Con actitud circense, nuestros conatos de parlamentaristas agarraron la varita mágica de la ley para acabar con un mal endémico, histórico y de ñapa, bíblico. Así de fácil habrá paz y los nenes no perseguirán a las nenas y viceversa en la forma en que antes lo hacían. Los liliputienses legisladores, inducidos o presionados por sabe Dios qué temores, embarres y temblores, han convertido el asunto sexual en problema legal en que los policías, fiscales, jueces y carceleros se encargan de la solución de todos los hostigamientos, calentamientos, acechos y ramas anexas.

La ley del 1988 dice que el hostigamiento sexual consiste en el acercamiento sexual no deseado, requerimiento de favores sexuales y cualquier otra conducta verbal o física de naturaleza sexual. Si usted en alguna forma siente que está siendo hostigada(o), no limpie su honor ni se dé a respetar con una sonora bofetada ya que eso es anticuado, pasado, impráctico, ilegal y poco civilizado: demande al hostigador(a) y sáquele un buen dinero que con eso salvará su honra y podrá dormir tranquila(o). De paso, el hostigador siempre sentirá su rostro seguro y podrá contabilizar en billetes sus fracasados intentos libidinosos.

Para el 1989 y con la experiencia acumulada en este tipo de legislación, los muchachos y muchachas de Puerta de Tierra vuelven a la carga con una maravillosa pieza legislativa: la Ley de Prevención e Intervención con la Violencia Doméstica. En esa se botaron. Ahí hay todo tipo de acción, actuación, remedio, pena, castigo, regaño, medida, lanzamiento, delito, aberración y perversidad, como si en su redacción hubieran utilizado a Clinton y al Marqués de Sade de consultores ad hoc.

Con toda esa abundante y productiva experiencia sexual-legislativa, los remendones señores se han disparado la última maroma: la «Ley Contra el Acecho en Puerto Rico». Esta belleza jurídica dice en su exposición de motivos lo siguiente: «El acecho constituye una actividad criminal compuesta de una serie de actos que al ser examinados individualmente pueden parecer un comportamiento legal: enviar flores, escribir cartas de amor y esperar por una persona fuera de su lugar de trabajo o de su casa: actos que de por sí no constituyen conducta criminal.» Como nuestros creativos y honestos legisladores no creen en el plagio ni en nada parecido, ellos mismos, solitos, sin que nadie le dijera nada, en la misma exposición de motivos mencionada, utilizando estadísticas de los amos del norte, dicen que lo que pasa es que el presidente Clinton (a espaldas de Mónica), firmó una ley en el 1994 que «establece mecanismos para enfrentar los numerosos crímenes de violencia doméstica, sexuales, acecho, hostigamiento y persecución que afectan a mujeres de todas las razas (no faltaba más), condición social, étnica y económica en los Estados Unidos». Aquí, como los bravos legisladores son más geniales y listos que en cualquier lugar y por aquello de superar al gran jefe indio, copiaron su ley (y el Pediatra la firmó) pero a diferencia de allá, acá la hicieron trixesual ya que aplica a hombres, mujeres y otros derivados de éstos. Según la ley, desde el mes de agosto de 1999, en este país se castiga al que envía flores, escribe cartas y al que espera pacientemente a que su amada salga del trabajo para echarle una miradita. Como el legislador quería dejar constancia clara de su liderato, inteligencia y payasadas para la posteridad, se le ocurrió decir en el artículo tres de la ley, que para que exista el acecho el «patrón de conducta constante debe ser en forma interrumpida durante un período de tiempo que no sea menor de quince minutos.»

Así que si usted no quiere ser culpable de acecho cómprese una alarma que suene bien fuerte a los catorce minutos y cincuenta y nueve segundos de estar embobado mirando a su encanto. Alarma sonando, mirada cambiando y acecho acabando.

Como a los políticos les agradan estos embelecos legislativos, ya los verá ante los magistrados, trémulos de emoción, como Magdalenas inocentes y sin pizca de vergüenza, buscando órdenes de protección para evitar que sus críticos y adversarios los acechen, con o sin miradas. Y que Dios nos coja confesados.